miércoles, 20 de mayo de 2009

Carta de Vanessa a su agresor

Carta del 27 de Marzo del 2009

No sé si algún día llegareis a leer esto. De todas formas, me quedaré corta en todo lo que os diga. Tan siquiera sé a qué conducirá. Lo que si que sé es que es algo que necesito hacer y, finalmente, me he decidido. Hablo en plural porque fuisteis más de uno. ¿Os pusisteis de acuerdo o algo? ¿Echasteis a suerte a quién le tocaba en cada etapa de mi vida? o ¿es que tenía un cartel “abusad de mi” en la frente?.

Tú, el primero de todos, mi “primo” (por decir algo porque hace mucho tiempo que no eres de mi familia). No sé que edad tenía cuando empezaste, 5, 6 años, incluso menos. ¿Te acuerdas? No lo creo. Hace mucho tiempo de ello y además conseguiste escaparte del “marrón” protegido por tu padre. Pero, ¿sabes qué? Yo si que me acuerdo y me acordaré toda la vida. No de todo, pero tengo escenas y momentos grabados en mi memoria que nunca se borrarán por más que quiera.

Me dejabas la Gameboy, que buen primo ¿verdad? Ganándote mi confianza para después aprovecharte. Si yo jugaba, tu también. Para ti, perfecto. Cada fin de semana que venias a comer a casa con tu padre ¡a jugar! Para mi, eran juegos desconocidos ¿En qué clase de juego se le pregunta a una niña “donde prefieres que me corra, delante o detrás”? Ese, desde luego, no lo enseñan en el colegio. No recuerdo en qué pensaba en esos momentos. ¿En qué se piensa cuando te acorralan en una caravana o en un coche? ¿cuándo te hacen hacer cosas que no entiendes? Sin embargo, poseída por algo que todavía no se lo que es, las hacía.

Te pillaron. No recuerdo como, pero te pillaron. Mi abuela se lo contó a tu madre que creo que te dijo algo, no lo sé. Pero lo que nunca olvidaré es el momento en que tu padre te “defendió”. No sé si fue porque no se lo creyó o porque no quería creérselo. ¿Acaso me echaban polvos de talco por gusto? Supongo que debe ser duro que te digan que tu hijo es un abusador. Sus palabras sobre mi: “lo único que hará es romper la familia” te abrieron las puertas de la libertad mientras que alicataban las mías. ¿Seguro?¿Era yo la que iba a romper la familia? ¿Era yo la que estaba abusando sexualmente de una niña?...Mi tío, el que tanto me quería, el que tanto me enseñó, con el que tan bien me lo pasaba...te salvó.

Por si con uno no había tenido bastante, vino otro. Tú...¿qué? ¿querías practicar y no se te ocurrió nada mejor que probar con una niña? Bueno, por lo menos, de vez en cuando, me dabas cinco duros. Supongo que para comprarme chicles y que se me fuera el sabor asqueroso de la boca. A punto estuvieron de pillarte, pero te libraste. Luego se ve que encontraste novia y ya no te hacía falta. Seguro que ya eras todo un experto.

Y, para “rematar la faena”, apareció un tercero. Tú has sido el peor de todos. Quizás porque ha durado más. Quizás porque eres el más reciente y por lo tanto del que más recuerdos tengo y más me ha afectado .O quizás porque te sigo viendo la cara. No me acuerdo de cómo y cuándo empezó, pero sé la fecha exacta en que acabó (aunque hayas vuelto a intentarlo varias veces). Cuando tuve el valor suficiente de evitarlo, de ignorar tus: “ven”. Antes de eso tu ya habías disfrutado bastante. ¡Iluso! Creías que me hacías disfrutar a mi también, nada más lejos de la realidad. Cuando no contestaba a tus “¿te gusta?”, cuando te decía que no quería hacer algo, aunque fuera con un leve movimiento de cabeza, o cuando desoía tus peticiones, era por algo.

Cada vez ibas cogiendo más confianza y te ibas pasando más. Llegaste al punto de decirme algo parecido a “a ver cuando lo haces y así te puedo follar”. ¿Qué, tenías miedo a hacerlo tu? Miedo para lo que te da la gana, porque incluso delante de gente no te cortaste ni un pelo.

Fueron tantas veces, tantas...

Mi subconsciente, harto de la situación, trató de llamar la atención con malas notas, pero su intento fue en vano. Lo único que consiguió fue bajar mi media y enviarme a septiembre.

Con lo que ahora te digo puede que me rebaje a tu nivel (aunque dudo que pueda llegar tan bajo), pero, sinceramente, me da igual. Me gustaría vengarme. Golpearte con todas mis fuerzas, que sintieras mi ira acumulada rompiendo todos y cada uno de tus huesos. Que sintieras el dolor. Así sufrirías una mínima, tan solo una mínima parte de lo que yo he sufrido. Comparando con el mio, ese sufrimiento sería como un leve rasguño. Nunca llegarás a hacerte una idea de las consecuencias de tus hechos.

Podría denunciarte, de hecho, es lo que debería hacer. Pero, si la justicia cumpliera, ¿qué sería lo peor que te podría pasar? ¿ir a la cárcel un tiempecito? Claro, tu en la cárcel viviendo “tranquilamente” mientras yo lucho por olvidar, por ser normal, por intentar ser “como todo el mundo”. ¿Por qué? ¿Por qué tengo que hacer eso? ¿Por qué en lugar de pasarlo mal porqué me ha dejado el novio o porqué me han caído tres, como cualquier adolescente, tengo que comerme la cabeza? Fácil, por tu culpa. Por vuestra culpa. Hubiera preferido que me matarais a que hicierais lo que hicisteis. Aunque en el fondo, también me asesinasteis

Lo que más me sorprende es la doble cara que tenéis. Vuestra capacidad de ocultaros y hacer como si nada. Es como si te clavaran un cuchillo y, después, se muestran tan normal ante los demás y ante ti misma. Sin sentimiento alguno de culpa ¿No os dabais cuenta de lo que acababais de hacer? Pero claro, yo os ayudaba y os ayudo a ocultarlo, aunque sigo sin saber porqué tenía ese miedo a que se descubriera cuando en realidad lo único que deseaba es que se acabara.

Me costó mucho relacionar lo que me pasaba, cómo era, con los abusos, pero cuando me di cuenta, todo empezó a tener sentido. La antisocialidad, el aislamiento, los días en casa, el silencio, las ganas de nada, la desconfianza, la falta de concentración, la indiferencia ante todo, la baja o casi nula autoestima, el sentimiento de culpa, la introversión, los momentos depresivos...todo. Y esto, la mayoría del tiempo, sin darme cuenta, considerándolo como algo normal en mi vida. Pero no lo es.

Y las consecuencias no han sido solo para mí, sino que, sin saberlo, he ido salpicando con gotas de culpa a mi familia. Desconocedora del porqué, ha tenido que aguantar y lo sigue haciendo.

Cuando abusan de un niño le quitan su infancia, no tiene nada, no crece como persona. Aprende a vivir sin hacer caso a sus sentimientos, porque sentir duele. Se queda sin intimidad, sin la posibilidad de descubrirse, porque ya lo han hecho otros. Sin saber distinguir, en muchas situaciones, lo que está bien de lo que está mal, porque, simplemente, no sabe. Vosotros me quitasteis mi infancia sin que me diera cuenta y con ello mi futuro. Y ahora, la lucha por ser alguien, cuesta mucho, demasiado.

Sin embargo, llegados a este punto, donde parte de lo más difícil ya lo he hecho, miro al futuro con cierta esperanza. Porque puede que haya nacido para algo más que para eso, aunque muchas veces lo haya dudado. Puede que mi destino sea otro. Solo necesito empezar a creérmelo. Empezar a quererme.

http://forogam.blogspot.com/2009/03/carta-de-vanessa.html

No hay comentarios:

Publicar un comentario