lunes, 3 de noviembre de 2008

ESTUDIO: Algunas reflexiones sobre la Pedofilia y el abuso sexual a menores (por Juan Carlos Romi)

Gracias a la colaboración de Keka Sanchez (os invito a visitar su blog http://kekasanchez.wordpress.com/) se me hace llegar un genial documento del psiquiatra argentino Juan Carlos Romi, una reflexión médica sobre la pedofilia y pederastia, hablando sobre la parafilia en sí y como puede afectar al individuo en sus múltiples aspectos. El documento realmente no tiene desperdicio y es sumamente interesante:

1. INTRODUCCIÓN
Uno de los problemas que acucian a la sociedad en la actualidad es el relacionado con el abuso sexual de me­nores. Esta manifestación sexual siempre existió en forma más o menos oculta, quizás por el tabú cul­tural vigente en los últimos años ha tomado un auge muy importan­te, probablemente motorizado por la mayor libertad de expresión, el menor temor a su exteriorización, la actualización de la legislación vi­gente o la promoción o divulgación period ística.

Por estas razones se considera necesario hacer una aproximación reflexiva al tema para asumir, desde el conocimiento científico, la experiencia y la responsabilidad profesional, con la mayor equidad posible, el controvertido y a veces espinoso problema de dilucidar, desde el punto de vista sexológi­co, las implicancias médico lega­les que presentan las conductas pedofíl icas.

2. DEFINICIONES Y CONCEPTOS GENERALES
Las personas que por distintos motivos están al tanto de estas conductas sexuales tienen la obligación de reflexionar sobre los rea­les alcances de estas manifesta­ciones, ya que si bien es induda­ble que estos delitos existieron siempre y existen, no es menos cierto que se observa con preocu­pación el aprovechamiento peligro­so que se hace de las mismas in­vocando hechos que suelen ser respuestas a motivaciones ajenas a la real situación invocada. Así, se tiene noticia de la presencia de falsas denuncias en búsqueda de beneficios secundarios, induccio­nes a menores a man ifestar haber sido víctimas de abusos sexuales inexistentes, diagnósticos apresu­rados, sobre todo en el área psí­quica, por ineptitud técnica u otras razones subalternas.

Recordemos que el término pedofi­lia fue acuñado en alemán por el psiquiatra Richard von KrafftEbing (1840-1902), quien utilizó por pri­mera vez la expresión Pädophilia erótica en su influyente libro Psycho­pathia Sexualis, publicado en 1886.

El diccionario de la RAE recoge las dos variantes morfológicas, pedo­filia y paidofilia, que se pueden con­siderar sinónimos.

Otra controversia se establece en­tre los términos pedofilia y pede­rastia. El mencionado diccionario ha introducido en su edición del 2001 el término pedofilia, además de seguir registrando la palabra pederastia, para las que recoge las siguientes definiciones:


a) Pedofilia. f. Atracción erótica osexual que una persona adulta siente hacia niños o adolescentes.
b) Pederastia. f. Abuso sexual co­metido con niños.

Desde el punto de vista semánti­co, la distinción es clara: es esen­cial mente diferente sentir atracción erótica por los niños a abusar sexualmente de ellos. Así pues, la distinción surge entre la tendencia sexual (pedofilia) y la práctica abu­siva y delictiva (pederastia).
Algunos abusadores sexuales in­fantiles se definen como pedófilos pero no pederastas, d istinguiendo entre tener la tendencia que los empuja a sentir atracción sexual por los niños (pedofilia) y las prác­ticas sexuales con menores (pede­rastia).

En el primer caso, se trata de una tendencia psíquica, considerada como una parafilia por la sexología y la psiquiatría, mientras que en el segundo hay una práctica, que es del ictiva según n uestra legislación. Sin embargo, es necesario dejar en claro que si el pedófilo de alguna manera establece un vínculo efec­tivo (acción) de aproximación o to­camiento erótico sobre un menor, esa conducta es delictiva aunque no haya existido la violación, ya que el CP la tipifica como abuso sexual simple (en la redacción anterior denominado abuso deshonesto) explicitado en el Art. 119 CP.

En el lenguaje periodístico encon­tramos indistintamente el uso de pedofilia con el sentido de delito y con el significado de enfermedad. Así, por ejemplo, se em plea el sin­tagma «acusar de pedofilia» o se habla de una «red de pedofilia», para designar una organización de personas dedicadas a la explota­ción sexual de menores.


Según la edad de la persona que es objeto del deseo sexual se dis­tinguen tres tipos de trastornos: pedofilia para la atracción hacia niños en edad prepuberal; efebofi­lia (del griego ephebo, ‘niño que ha entrado en la pubertad’) para refe­rirse al deseo sexual hacia adoles­centes, y nepiofilia (de nepion, ‘in­fante’) para designar la atracción hacia niños lactantes o infantes.
Según el Manual de Diagnóstico de los Trastornos Mentales (DSM­IV) la pedofilia se encuentra den­tro de la categoría de parafilias, que forma parte de los “Trastornos sexuales y de la identidad sexual”. Se la define como fantasías sexua­les recurrentes y altamente exci­tantes, impulsos sexuales o com­portamientos que implican activi­dad sexual con niños (13 años o menos) durante un período no in­ferior a los seis meses.

Por lo tanto, los pedófilos suelen ser predominantemente varones y frecuentemente de edad avanzada. Rara vez se presenta en mujeres, aunque no se descarta esta incli­nación sexo-amorosa en ellas. Las víctimas pueden ser niños de am­bos sexos.
La acción consistente en utilizar al menor como objeto pasivo de una cópula anal se denomina pedica­ción.

El lolismo es la preferencia sexoeró­tica de varones maduros por ado­lescentes (niñas en su despertar puberal). El término se popularizó por la novela de Novikov “Lolita”. Se llama también hebefilia.
Se denomina corofilia la inclinación de ciertas lesbianas maduras por niñas impúberes.
La efebofilia es la atracción sexual de una persona madura hacia ado­lescentes varones de 13 a 18 años.

Otros términos de interés son: sodomía, pederastia y pederosis. La sodomía (de Sodoma, ciudad palestina a orillas del Mar Muerto) consiste en el sexo anal. La cópu­la anal puede ser heterosexual (anomeatia) u homosexual (andro­somdomia). La sodomía se acepta que es el sexo anal entre varones y por extensión con animales con los que se tiene penetración (sodo­mización).
La pederastia (del griego paideras­tía) es en general sinónimo de sodomía, es decir, la realización de la penetración anal. Se refiere en común y habitualmente a la que se realiza entre homosexuales, aun­que en ciertas circunstancias (ra­ramente) puede utilizarse para la cópula anal entre heterosexuales. Se llama sujeto activo al que reali­za la inmisión peniana (en la jerga: “bufarrón”) y pasivo al que se pres­ta a la inmisión (en la jerga: “comi­lón”). Los sexólogos alemanes sue­len emplear el término latino “pe­dicatio”, siendo sinónimo de “con­masculatio”.
El término pederastia también se lo suele utilizar para describir el sexo anal practicado por un adulto con un menor. Así se habla de pe­derasta al que practica la cópula anal activa o pasiva como amante de los jóvenes.

La pederosis es la cópula anal prac­ticada por un adulto sobre un me- nor de uno u otro sexo tomado como objeto pasivo (pedicación). El sexo anal practicado sobre una niña también se le llama corefalis­mo.Se denomina socialmente “taxiboy” al adolescente o adulto joven que vende sus favores sexuales a clientes homosexuales sólo como “una escapada” de su hetero­sexualidad. Lo que confiere este característico matiz de sordidez a la prostitución homosexual contem­poránea no es tanto la utilización indisimulada del dinero (muchas veces para el consumo de drogas) cuanto la pretensión de disimular, bajo la excusa de la moneda, la naturaleza de la pulsión que se remunera. Se aduce que la partici­pación queda restringida, en el con­trato homosexual, al rol “activo” (penetrador anal o pasivo del fela­dor), no calificando por ello de ho­mosexuales sus propias conduc­tas, sino que éstas se reservan para sus clientes o partenaires , con el beneficio de la aceptación po­pular.

4. LA ETIOPATOGENIA DE LA PEDOFILIA COMO PARAFILIA
Los factores etiopatogénicos de la pedofilia comprenden tres grupos principales que afectan el desarro­llo de la personalidad: el biológi­co, el medio ambiente y los facto­res mentales de integración y sín­tesis. Todos son importantes en la formación de una parafilia pedofí­lica.

Desde el punto de vista de la ad­quisición de las respuestas eróti­cas placenteras se debe tener en cuenta la predisposición de la per­sonalidad, como factor genético, más las experiencias ambientales que da el aprendizaje. Existiría una condición predisposicional, de acuerdo al potencial de la perso­nalidad, una especie de “tabla de arcilla” lisa y moldeable sobre la cual se marcarían “huellas” que serían las experiencias eróticas vividas por ensayo, azar o circuns­tancias, deseadas o no; y, que ac­tuarían de allí en adelante como una relación “llave-cerradura” cada vez que se asocian ambas situa­ciones (circunstancia - predisposi­ción al placer erótico), detonando la conducta sexual adecuada o in­adecuada. Si bien las nuevas ex­periencias hacen “nuevas marcas”, las primeras siguen manteniendo la eficiencia erótica, respondiendo con idoneidad placentera a pesar del tiempo transcurrido.

La pedofilia se explica siguiendo ese patrón general. Las imágenes, fantasías, o comportam ientos des­viados serían producto de experien­cias vividas sobre la base de una personalidad predisponente que provocaron, en su momento, un placer sexual que facilitó la reite­ración de experiencias fijando un patrón de conducta erótico.

La interpretación freudiana de la sexualidad infantil y del papel que continúa desempeñando en el adul­to, permitió conceptualizar a las “per­versiones” como conductas infanti­les anacrónicamente fijadas conse­cuencia de un desarrollo problema­tizado de la sexualidad infantil.
Las perversiones representarían placeres primitivos cuya exigencia es muy significativa. Esto supone la dificultad de despegarse de di­chos sistemas de satisfacción. Es decir, que la “fijación” representa una elección primaria: la elección de la perversión como fenómeno anacrónico. El fracaso de nuevas experiencias sexuales que el indi­viduo no pueda integrar, lo hace “regresar” hacia sus primeras ex­periencias. La regresión es el me­canismo que retropulsa al individuo hacia los sistemas primitivos de satisfacción.

El psicoanálisis considera que la neurosis es el reverso de la per­versión. En la neurosis todos los síntomas se forman contra el sis­tema pulsional activo que no es aceptado por el yo (egodistonía). En la perversión, la conducta arcai­ca es asumida y deseada por el yo (egosintonía). El perverso tolera la perversión.Money, (1989), en su libro “Mapas del amor vandalizado”, escrito con Lamacz, proponen un hipotético camino que debe tomar la mente del individuo para llegar al placer erótico sexual y a la satisfacción. Expone el concepto “mapa del amor” como una especie de ins­cripción o plantilla grabadas en el cerebro en la que se esbozan las actividades sexuales que preferi­mos. Tal acontecimiento se desa­rrolla en la infancia a través de las experiencias vividas en función del placer–displacer. Se cree que la época más vulnerable gira alrede­dor de los cinco a los ocho años, luego las posibilidades de modifi­cación se hacen difíciles o refrac­tarias. Money considera que la su­presión de los juegos sexuales pre­paratorios de la infancia podría impedir un desarrollo sexual sano. Algunas culturas temen que los niños sean expuestos temprana­mente a la actividad sexual. El cas­tigar estas conductas puede obs­taculizar el desarrollo de un mapa de amor normofílico. Por consi­guiente, el individuo adquiere un mapa del amor o plantilla mental erotosexual a través de las expe­riencias e imágenes mentales vivi­das donde las actividades gratifi­cantes que provocan excitación y orgasmo de características parafí­licas reemplazan a las normofíli­cas./p>

5. EPIDEMIOLOGÍA Y DESCRIPCIÓN DE LAS CONDUCTAS PEDOFÍLICAS

El término parafilia designa un tras­torno sexológico y/o psiquiátrico. La pedofilia es una parafilia que pueden ser consecuencia de diver­sos factores.

Un cierto número de pedofílicos son agresores sexuales. Es decir, padecen un trastorno psicosexual con características del ictivas. Fren­te a un estímulo fuera de lo común, personal o socialmente inacepta­ble, real o imaginario, responden con un estado que consiste en la necesidad impulsiva de iniciar o mantener óptima la excitación ero­tosexual para alcanzar el orgasmo.
La paidofilia es de lejos la parafilia delictiva más común. Se estima que el 20% de los niños america­nos han sido víctimas de abuso antes de los 18 años. La mayor parte de los actos de abuso con­sisten en tocamiento genital o sexo oral. La penetración anal y vaginal no es frecuente a excepción de los casos de incesto.
La inmensa mayoría de los paidófi­los son heterosexuales, pero si se toma en cuenta el porcentaje de homosexuales en la población ge­neral, se observará que existen más paidófilos entre estos últimos que entre los heterosexuales. Esto no implica que los homosexuales per se sean abusadores de niños, una idea errónea muy habitual. Por lo tanto, existen paidófilos hetero­sexuales, homosexuales o bisexua­les, que se limitan sólo al incesto o no. Hay paidófilos exclusivos (atraídos sólo por niños) y no ex­cl usivos.
Se observa también entre los pai­dófilos un 50% de consumidores de alcohol y se ha señalado que es frecuente que se hayan visto envueltos en situaciones de exhi­bicionismo, violación o voyerismo.

También es común observar que el abusador de menores es un parien­te de la víctima. La mayoría de los abusadores están casados y tienen hijos propios y no todos son paidó­filos en el sentido estricto. Entre los individuos que presentan perturba ciones sexuales cuantitati­vas (disfunciones sexuales) es poco frecuente la conducta delicti­va. No obstante, entre los disfun­cionales erectivos suelen aparecer casos de violadores.
También se observan pedófilos dis­funcionales con parejas adultas. En estos casos sólo a través de la parafilia compensan la disfunción, sobre todo erectiva. El menor les genera menos conflictos porque piensan que éste no evalúa su rendimiento o capacidad sexual y así reafirman su masculinidad auto cuestionada. El abuso sexual des­bloquea la impotencia de origen predominantemente psíquico al reafirmar la masculinidad a través de la agresión sexual, sobre todo cuando perciben el temor de la víc­tima.
Los pedófilos son personas que pueden tener familia, y algunos abusan también a miembros de la misma. Suele observarse que es­tos sujetos no tienen capacidad para cortejar o relacionarse con mujeres por ser sumamente inse­guros, la impotencia parcial es usual. Algunos son homosexuales ocultos.
Las relaciones pedofílicas pueden ir desde tocamientos hasta la pe­netración vaginal o anal, en algu­nas ocasiones excepcionales lle­gan a asesinar a sus víctimas para evitar ser descubiertos. Esta for­ma parafilica se caracteriza más que por la excitación sexual, por el uso y abuso del poder. A pesar que su actividad rara vez supone la vio­lencia, la sociedad los suele casti­gar con más severidad que a los violadores, que sí recurren a la vio­lencia física.

Los pedófilos en general son adul­tos, del sexo masculino, que ob­tienen satisfacciones sexuales mediante un contacto físico y a menudo sexual con niños. Algunos investigadores opinan que es típi­co que los paidófilos conozcan personalmente a los niños que manosean, ya sea por ser un veci­no cercano, o pariente.

A menudo el pedófilo se conforma con acariciar el cabello del niño, aunque también puede manipular­le los órganos genitales y sugerir­le que manipule los suyos, y menos frecuentemente, intentar una intromisión. Estas conductas pue­den repetirse por semanas, meses o años si no lo descubren otros adultos o lo denuncia el propio niño.

Los paidófilos pueden tender a ser rígidamente moralistas o religio­sos. La mayoría de los paidófilos heterosexuales de mayor edad son o han estado casados alguna vez en su vida.
I nvestigaciones sobre la gravedad de la perturbación de los paidófi­los y la edad de los mismos con­cluyeron que existen tres grupos: a) de edad adolescentes, b) de treinta y cinco a cuarenta años, y c) de cincuenta y cinco a sesenta años. El segundo es el grupo más numeroso. Se considera que a este grupo pertenecen quienes han su­frido grandes desajustes mentales y sociales, que incluye el alcoho­lismo, frecuentemente asociado con su conducta.
Se ha interpretado que en ciertos casos el impulso a abordar sexual­mente a un niño refleja el sentimiento de haber fracasado en la vida adulta, social y sexualmente. Aunque un adulto predispuesto a la paidofilia puede ocasionalmen­te ser seducido por las inocentes y desinhibidas muestras de afecto de un niño; no es este quien infun­de con su conducta las implicacio­nes sexuales que el paidófilo per­cibe y a las cuales responde. Se trata de una perturbación del obje­to de la tendencia sexual, que es reemplazado por otro antinatural: fantasías o conductas que implican actividad sexual entre un adulto y un niño.
La pedofilia puede ser física o no, y va desde la exposición de los genitales y las conversaciones sugestivas al uso de material porno­gráfico, incesto y violación.
Se distinguen dos variantes en la pedofilia: la sentimental homoeró­tica y la agresiva heterosexual. Los sentimentales homoeróticos tie­nen poco o ningún interés por las mujeres, toda su capacidad sexual se concentra en los niños, concre­tándose bajo la forma de caricias que le provocan el orgasmo. Los agresivos heterosexuales inten­tan satisfacer sus impulsos con niñas, con métodos que van des- de la seducción a la violencia, ter­minando, en contadas ocasiones, en homicidio sádicocriminal.

Otros estudios, respecto a los abu­sadores masculinos, han determi­nado los impulsivos, que en al­guna ocasión abusan a un niño y b) los pedofílicos propiamente di­chos, cuya preferencia sexual son los niños. Éstos últimos suelen organizar muy bien sus andanzas, eligen cuidadosamente a sus vícti­mas a los que “entrampan”, y tra­tan de ubicarse en lugares adonde pueden tener fácil acceso a ellos (instituciones de cuidado infantil, colegios, entrenamiento deportivo, etc.).

Para los pedofílicos es esencial garantizarse el silencio de su vícti­ma, a quien seleccionan y prepa­ran, al mismo tiempo que neutrali­zar la capacidad del responsable del niño, si lo hubiera. Esto explica como personalidades social mente respetadas en una comunidad pue­den actuar los abusos sexuales durante años sin ser detectados

Hay autores que distinguen dos categorías principales de abusado­res violentos: el impulsivo y el ritua­lístico. El primero, suele actuar en forma reactiva a la situación en que puede hallar a la victima, la plan ifi­cación de sus delitos es mínima o inexistente (al punto de no tomar precauciones para ocultar su ac­ción). Es frecuente que presente una historia criminal de diversa ín- dole de delitos entre ellos de vio­lencia física, siendo sus intereses sexuales más bien generales. El segundo tiene una historia de pa­rafilias diversas, planifica cuidado­samente los escenarios donde pueda llevar a cabo su compleja e intensa vida de fantasía, y desplie­ga recursos muy desarrollados para proteger su identidad de abu­sador. Las mencionadas parafilias incluyen voyerismo, fetichismo y una larga serie de actividades e intereses de tipo sádico y maso­quista.

Para el estudio de un caso se re­comienda realizar un cuidadoso análisis de los distintos paráme­tros que caracterizan a estos dos tipos de individuos: los patrones de selección de sus víctimas, los patrones de conductas previas al delito, el tipo más probable de con­ducta ofensiva, los tipos de esce­narios preferidos y los motivos sub­yacentes a la particular elección que hacen de sus víctimas

La personalidad del agresor de med iana o mayor edad es el de un individuo solitario y con dificultad para establecer relaciones hetero­sexuales normales, suele tener baja autoestima, con pocos recur­sos para enfrentar situaciones de estrés. Hay pedófilos que no presentan trastornos psicopatológicos. Sin embargo, se ha visto que dos ter­cios de los reclusos pedofílicos maduros llevaron a cabo esta con­ducta en momentos que sufrían situaciones estresantes

No siempre sucede, pero las per­sonas que fueron sexualmente abusadas en su niñez tienen la posibilidad de convertirse en pedó­filas en la adultez. No se trata de una venganza, sino de un proceso a nivel inconsciente, incluso a ve­ces relacionado con abuso de dro­gas.
En general, las instituciones y tam­bién las familias tratan de ocultar el problema. Incluso hay madres que protegen al esposo abusador de los hijos.

Entre los serios trastornos que puede dejar en las víctimas el abu­so sexual infantil figuran: episodios de depresión aguda, conducta sui­cida u homicida, desórdenes adic­tivos, agudo sentido de culpabili­dad, baja autoestima, severos epi­sodios disociativos, conversión del abusado en abusador, negación a recibir terapia.

Tratar las parafilias es un reto para la psicoterapia, la psiquiatría, la criminología y otras disciplinas; la finalidad es que el paciente aban­done la parafilia que hace daño a terceras personas como lo son la paidofilia, exhibicionismo, froteris­mo, voyerismo, etc. Muchos pacien­tes pueden ser ayudados a vivir más satisfactoriamente, alcanzan­do un mejor control consciente y auto disciplinado por medio de asesoramiento y de psicoterapia.

En algunos casos de pedofilia el tratamiento más beneficioso es la técnica de la desensibilización en­cubierta, en la que se asocian los factores estimulantes para el su­jeto con situaciones aversivas que resultarían de la expresión de sus impulsos; al avanzar el tratamien­to se entrena a los pacientes para que imaginen la atracción por mu­jeres adultas. Frecuentemente se observa una disminución de la atracción hacia las niñas y una dis­minución aimn mayor en la ansie­dad producida por las mujeres.

Medicamentos como antipsicóti­cos, antidepresivos o anti-androgé­nicos han dado buenos resultados en algunos pacientes. En la mayo­ría de los abusadores violentos y agresivos el aislamiento social (cár­cel) es lo imnico que evita que se siga dañando a terceras personas.

Las parafilias que no hacen daño a terceras personas, en donde ambas partes de la pareja lo dis­frutan y están de acuerdo en lle­varlas a cabo, no necesitan trata­miento alguno.

En síntesis: la mayoría de los pe­dófilos son hombres, en general menos agresivos que los violado­res de adultos; muchos de ellos son alcohólicos o consumidores de drogas, o psicóticos, de mente tor­pe o asociales y su edad fluctima entre los 30 y 40 años. Suelen ser individuos débiles, inmaduros, so­litarios y llenos de culpa.

6. ALGUNAS REFLEXIONES MÉDICO-LEGALES
a) Sobre las características de los pedófilos
El estudio de las características de los pedófilos que realizan abusos sexuales de menores no ha permiti­do hasta el momento determinar al­gimn carácter específico. No existe el perfil inequívoco del pedófilo, si bien se recalcan algunos antecedentes:
1) Antecedentes de haber crecido en un ambiente hostil. Haber creci­do en un ambiente infantil no pro­tector, de abandono o maltrato fí­sico parece ser una característica
en algunos abusadores sexuales pedófi los.
2) Trastornos de la personalidad. Para otros autores los abusadores sexuales presentan alguna patolo­gía psíquica: inestabilidad, inmadu­rez, baja autoestima, etc., que tra­tan de superar a través de la agre­sión sexual.
3) Con flictos de pareja. También se pone énfasis en la presencia de problemas maritales, en el aleja­miento sexual de la pareja y la vio­lencia familiar. Es decir, se ha tra­bajado en la hipótesis de una con­fusión e inversión de roles entre los diferentes miembros de la fa­milia como génesis de la abusivi­dad sexual.
4) Factores externos sobre una per­sonalidad predispuesta. Se argu­menta que los abusadores sexua­les son personalidades introverti­das, solitarias y con falta de apoyo social sobre los que se instalan factores externos desencadenan­tes como el alcoholismo o la adic­ción a drogas.
Las tres primeras preguntas tratan de explicar porque ciertas perso­nas sienten interés sexual por los niños y la cuarta porque tal inte­rés se traduce en una conducta de abuso sexual.
Para que se produzca abuso sexual deben darse cuatro factores de ma­nera simultánea o sucesiva:
  • Con­gruencia emocional
  • Activación sexual por un niño
  • Activación sexual por un niñoB
  • Bloqueo de las relaciones sexuales normales
  • Desinhibición comportamental.
La congruencia emocional puede ser explicada por la existencia de una importante inmadurez en los abusadores sexuales que los hace experimentarse a sí mismo como niños, tener necesidades emocio­nales infantiles, y por lo tanto, de­seo de relacionarse con niños. También se puede argumentar la baja autoestima y el sentido de ineficacia personal como factores generadores de la búsqueda de relaciones que les proporcionen sentimientos de poder, omnipoten­cia y control.
La activación sexual con niños se ha separado de la congruencia emocional al suponer que no se trata de cuestiones necesariamen­te relacionadas. Se supone que puede haber necesidades de rela­ción emocional como las presen­tadas, que sean satisfechas de manera no sexual. Para que se pro­duzca el abuso sexual infantil es preciso que la congruencia emocio­nal se añada a un cierto nivel de activación sexual con niños.

El tercer factor es el bloqueo de las capacidades o posibilidades para satisfacer las necesidades sexual es con adultos. Los sentimientos de inutilidad personal, la conocida inadecuación interpersonal de muchos abusadores sexuales y un distanciamiento sexual en sus re­laciones de pareja, estarían en la base de este tipo de bloqueo.

La desinhibición com portamental sería una condición necesaria para que las tendencias o impulsos ex­plicados por los tres factores an­teriores se traduzcan de manera estable o esporádicamente en ac­tos de abuso sexual infantil. Se deben superar tres barreras: los inhibidores internos, los inhibido­res externos y la resistencia o no aceptación de la víctima.
Entre los factores que permiten la desinhibición interna se deben ci­tar la adicción a determinados tóxi­cos (alcohol, cocaína); la senilidad; el retraso mental; etc. La supera­ción de los inhibidores externos se facilita si no se encuentra presen­te (física o psíquicamente) ningu­na persona (por ej.: la madre) que pueda cuidar de la víctima.

Por último, es preciso que el abu­sador supere la resistencia de la víctima a través de la seducción, la amenaza o la agresión. En este sentido, un niño desprovisto, y por tanto necesitado, de apoyo, cariño y compañía estará en una situación de mayor riesgo para ser víctima de abuso sexual. Un niño sin nin­gún tipo de información sexual pue­de ser más fácilmente víctima de los engaños y la seducción de un abusador sexual.

Para que se dé el abuso sexual sería necesario que un sujeto ex­perimente una cierta activación fi­siológica, es decir, serían factores individuales y explicables a partir de las características psicológicas del sujeto o de su historia personal: del tipo de familia en que vive el sujeto, de aspectos culturales, de la situación general de vida del sujeto, etc.

El modelo presentado hace hinca­pié en abusadores fundamental­mente masculinos (95%). Sólo se ha observado un 5% de abusado­ras femeninas, casi siempre a tra­vés de mecanismos como la pre­disposición intergeneracional, la relación maestra - amante alumno, o la mujer coercionada por un va­rón (por miedo al abandono).

b) Sobre el niño abusado
Se ha propuesto un Modelo Diná­mico de la génesis del trauma de abuso sexual infantil que puede ser entendido desde cuatro componen­tes:

  • Sexuación traumática
  • Pérdida de confianza relacional
  • Estigmatización
  • Sentido de pérdida o falta de poder.

Esta dinámica supone una altera­ción del funcionamiento emocional y cognitivo que puede llegar a dis­torsionar la visión de sí mismo, las relaciones, y el mundo en general.

La sexuación traumática se prod u­ce por la intrusión de intereses y conductas sexuales de un adulto en el desarrollo sexual normal de un niño. Estas conductas son in­apropiadas para un niño y al ser recompensadas con frecuencia por los adultos pueden aprender a usarlas como estrategia para ob­tener beneficios o relacionarse con los demás, adquieren aprendizajes deformados de la importancia y significados de determinadas conductas sexuales, así como concep­ciones erróneas sobre la sexuali­dad y ética sexual. Por último, la sexualidad del niño puede quedar traumatizada o gravemente afecta­da de numerosas formas.

Los abusos sexuales conllevan una pérdida de con fianza en la relación con el agresor. Este puede ser es­pecialmente conflictivo cuando existen relaciones familiares entre el agresor y la víctima. La víctima puede ser manipulada, herida, amenazada, etc., precisamente por quien era objeto de confianza. Esta ruptura de confianza en las relacio­nes se puede extender a toda la familia por no haber logrado librar a la víctima de estas experiencias, y extenderse también a todas las personas del sexo del agresor.

La estigmatización es sentida como culpa, vergüenza, envilecimiento, pérdida de valor, sentimientos que sólo a él / ella le ocurren lo peor, etc. La víctima se puede conside­rar marcada para el resto de la vida por las experiencias más traumati­zantes y considerarse distinta, des­graciada, marginada, etc.

Las víctimas, por último, pueden llegar a creer y sentir que lo que les sucede está fuera de su con­trol, que no saben reaccionar ante las situaciones, en definitiva, que tienen poco poder sobre sí mismos y sobre cuanto les sucede. En este mismo sentido se pueden volver temerosos de lo que puede ocu­rrirles en el futuro, tomar actitudes pasivas y poco asertivas, ser retraí­dos socialmente, etc. Los efectos a largo plazo descrip­tos en numerosos estudios retros­pectivos, relacionados con el ha­ber sufrido abuso sexual son:


a) Sentimientos de aislamiento,marginalidad, baja autoestima, y de estigmatización, b) Depresión, an­siedad y trastornos neurovegetati­vos, c) Ideación suicida y conduc­tas autodestructivas, d) Agresivi­dad sexual, e) Fracaso escolar, f) Dificultad para establecer vínculos y mantenerlos, g) Participación sexual pasiva, automatizada y au­sente (prestan el cuerpo).

Otra consecuencia que puede acontecer secundariamente a un menor abusado sexualmente son los trastornos por estrés postrau­mático (TPET).

Esta patología, aceptada como un diagnóstico válido recién en la dé­cada pasada, es uno de los pocos trastornos psiquiátricos que ha sido definido sobre la base de su etiología, y no simplemente a los síntomas fenomenológicamente considerados.

El rasgo esencial del trastorno es la aparición de síntomas caracte­rísticos que sigue a la exposición de un acontecimiento estresante y extremadamente traumático. El cuad ro sintomático característico secundario a la exposición al trau­ma debe incluir la presencia de reexperimentación persistente del acontecim iento trau mático, evita­ción persistente de los estímulos relacionados a él, embotamiento de la capacidad de respuesta, y síntomas persistentes de activa­ción.

El acontecimiento traumático pue­de ser reexperimentado de varias maneras. Habitualmente aparece como recuerdos recurrentes e in­trusivos, o pesadillas recurrentes donde el acontecimiento vuelve a suceder, o estados disociativos que duran de pocos segundos a varias horas durante las cuales se reviven aspectos del suceso y la persona se comporta como si en ese momento se encontrara en él. Hay tres aspectos “persistente”, “recurrente” y “perturbador”, así como la presencia de parálisis e hiperactividad después del trau­ma, que se debe considerar en el TPET.


Debemos recordar que durante mucho tiempo en las pericias de menores abusados se tuvo en cuenta el análisis de la realidad de Udo Undeuscht, 1967, cuyos indi­cadores son los siguientes:

  • Relato consistente en el tiempo (confrontación del relato en varias entrevistas)
  • Conocimientos sexuales inapro­piados para la edad
  • Descripción detallada acerca de personas lugares y tiempos
  • Relato de circunstancias típicas y características de abuso sexual
  • Relato de presión o coacción del agresor
  • Estructuración lógica del relato
  • Afecto congruente con el hecho relatado (vergüenza, retracción, culpa, etc.)

Más información y la reflexión médica completa en:

http://www.csjn.gov.ar/cmf/cuadernos/pdf/vol3_2_2004/12.pdf

6 comentarios:

  1. Excelente aporte.
    Había leído muchos documentos, informes, análisis, pero este si hay que digerírselo lentamente, leerlo varias veces, y analizarlo concienzudamente; me tomaré un tiempo porque me resulta bien interesante.
    De todas formas, si, es muy recomendable, no me canso de felicitarte por tu imparcialidad, además de tu interés honesto en estos temas tan complicados.
    Gracias por darnos luz y estar esculcando por todos lados; espero sinceramente que muchos pedófilos y pederastas, aun cuando no participen si estén leyendote atentamente, tuas aportes y también tus opiniones, a ver si recapacitan, aun cuando no puedan cambiar sus mentes, podrán buscar evadir sus nefastas acciones y frenar la avalancha de abusos sexuales que estaoms viendo en el presente.
    Un saludo.
    Joshua

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  2. Gracias por los ánimos. Sobre quien consulta este blog poco puedo decir sobre su perfil, pero imagino que de todo un poco... en breve sacaré las estadísticas de consultas del blog a modo de curiosidad.

    Saludos!

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  3. Gracias por tus consideraciones, este tipo de situaciones deben ser aniquiladas entre otras muchas cosas de nuestra sociedad y con este tipo de difusión, todos la hacemos posible.
    Saludos

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  4. Comparto con Joshua que es un documento muy largo como para hacer demasiadas consideraciones, y menos ahora que ya es la 1 de la madrugada en España, pero sí adelanto que hay unas cuantas cosas que no comparto y una idea del abusador en general que no me parece que se corresponda con lo que hemos vivido muchos sobrevivientes. Volveré sobre ello.

    Un abrazo.

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  5. Muy buen trabajo ya lo guarde en mis favoritos,que bueno aprender cosas,suerte y felicitaciones por tan buen aporte

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