Artículo del 7 de Junio del 2009
Recuerdo cuando en noviembre de 1995 los militares nigerianos ejecutaron al escritor Ken Saro Wiwa, de quien en algún momento incluso se dijo que sería candidato al Nobel. Las bestias uniformadas, con la típica faz del imbécil que las caracteriza, sean Mussolini o Chávez, ahorcaron al gran poeta negro por haber osado hacer público el desastre ecológico causado en su tierra por la petrolera europea Shell.
Entonces, como ahora, el PEN internacional, la asociación de escritores, pedía su liberación. Nada se pudo hacer porque este es un mundo donde prevalecen la riqueza y la estupidez.
México ocupa el triste lugar de ser donde más se asesina a periodistas o escritores. Hace poco, y por segunda vez, en Durango, el periodista Eliseo Barrón, de La Opinión, fue muerto de un disparo en la cabeza, y su cuerpo mostraba evidentes señales de tortura. Su crimen: denunciar la corrupción policial en el vecino estado de Coahuila, en Torreón.
Lydia Cacho, mujer, escritora y periodista tuvo el valor de desenmascarar una extensa red de pornografía y prostitución infantil en Cancún. Su libro “Los demonios del edén” consternó a la opinión pública. Desde entonces, y hasta hoy, Cacho recibe amenazas de muerte. De los implicados en el caso, donde existían denuncias concretas, videos, conversaciones, sólo uno está en prisión.
Los poderosos saben cómo cuidarse las espaldas, utilizando el aparato corrupto de los gobiernos –donde continúan algunos de los pedófilos de entonces-- El crimen se asocia con el poder, casi siempre, y éste esconde inenarrables secretos comúnmente aceptados dentro de esa caterva de delincuentes. Por eso, y así lo hacemos periodistas y escritores, hay que combatir el abuso de poder venga de donde venga, de encorbatados u originarios, de milicos y civiles, de Stalin y de Hitler, de Leónidas Trujillo o de ya saben quien, porque cuando el Estado se convierte en monstruo y los individuos pasan de ídolos a dioses, sin duda alguna el mal se viene gestando, opinen lo que quieran los lameculos y los ciegos.
Lydia Cacho ha sido reconocida por el PEN por su valiente labor de denuncia, siendo mujer, y como tal desprotegida e indefensa ante los testosterónicos representantes de la inmunidad y la ignominia. Recibió en 2007 el Premio Oxfen/Novib para la Libertad de Expresión, y el año siguiente el Tucholsky del PEN sueco, en recuerdo del autor judío alemán que previó el ascenso y futuro del nazismo. En 1935, aunque existen dudas, Kurt Tucholsky se suicidó. Ya para entonces las hordas fascistas habían tomado el absoluto control de Alemania, tal como lo anunciara este incansable pacifista, escritor de artículos de prensa y de novelas.
Las autoridades se niegan a investigar las amenazas contra Lydia Cacho, aun conociendo el origen de ellas. Alegan que son “sólo” amenazas. Preferirían sin duda ver a esta intelectual exterminada, porque el poder teme la voz de los que no están en venta y que, a pesar del miedo, se animan a decir las cosas como son. La unión de escritores no se cansa de solicitar al gobierno mexicano pasar una ley que haga del crimen contra periodistas y escritores un delito federal, como –al menos– un obstáculo que haga pensar dos veces a los sicarios. Poco, pero algo. Hay silencio en los ministerios de Felipe Calderón, cómo no, si algunos de los demonios del edén ocupan altos cargos en su administración, y otros aportan saludables sumas de dinero que compran su impunidad.
El autor es miembro del PEN Club, filial Bolivia
http://www.lostiempos.com/diario/opiniones/columnistas/20090607/la-profesion-mas-peligrosa-del-mundo_14600_23123.html
Recuerdo cuando en noviembre de 1995 los militares nigerianos ejecutaron al escritor Ken Saro Wiwa, de quien en algún momento incluso se dijo que sería candidato al Nobel. Las bestias uniformadas, con la típica faz del imbécil que las caracteriza, sean Mussolini o Chávez, ahorcaron al gran poeta negro por haber osado hacer público el desastre ecológico causado en su tierra por la petrolera europea Shell.
Entonces, como ahora, el PEN internacional, la asociación de escritores, pedía su liberación. Nada se pudo hacer porque este es un mundo donde prevalecen la riqueza y la estupidez.
México ocupa el triste lugar de ser donde más se asesina a periodistas o escritores. Hace poco, y por segunda vez, en Durango, el periodista Eliseo Barrón, de La Opinión, fue muerto de un disparo en la cabeza, y su cuerpo mostraba evidentes señales de tortura. Su crimen: denunciar la corrupción policial en el vecino estado de Coahuila, en Torreón.
Lydia Cacho, mujer, escritora y periodista tuvo el valor de desenmascarar una extensa red de pornografía y prostitución infantil en Cancún. Su libro “Los demonios del edén” consternó a la opinión pública. Desde entonces, y hasta hoy, Cacho recibe amenazas de muerte. De los implicados en el caso, donde existían denuncias concretas, videos, conversaciones, sólo uno está en prisión.
Los poderosos saben cómo cuidarse las espaldas, utilizando el aparato corrupto de los gobiernos –donde continúan algunos de los pedófilos de entonces-- El crimen se asocia con el poder, casi siempre, y éste esconde inenarrables secretos comúnmente aceptados dentro de esa caterva de delincuentes. Por eso, y así lo hacemos periodistas y escritores, hay que combatir el abuso de poder venga de donde venga, de encorbatados u originarios, de milicos y civiles, de Stalin y de Hitler, de Leónidas Trujillo o de ya saben quien, porque cuando el Estado se convierte en monstruo y los individuos pasan de ídolos a dioses, sin duda alguna el mal se viene gestando, opinen lo que quieran los lameculos y los ciegos.
Lydia Cacho ha sido reconocida por el PEN por su valiente labor de denuncia, siendo mujer, y como tal desprotegida e indefensa ante los testosterónicos representantes de la inmunidad y la ignominia. Recibió en 2007 el Premio Oxfen/Novib para la Libertad de Expresión, y el año siguiente el Tucholsky del PEN sueco, en recuerdo del autor judío alemán que previó el ascenso y futuro del nazismo. En 1935, aunque existen dudas, Kurt Tucholsky se suicidó. Ya para entonces las hordas fascistas habían tomado el absoluto control de Alemania, tal como lo anunciara este incansable pacifista, escritor de artículos de prensa y de novelas.
Las autoridades se niegan a investigar las amenazas contra Lydia Cacho, aun conociendo el origen de ellas. Alegan que son “sólo” amenazas. Preferirían sin duda ver a esta intelectual exterminada, porque el poder teme la voz de los que no están en venta y que, a pesar del miedo, se animan a decir las cosas como son. La unión de escritores no se cansa de solicitar al gobierno mexicano pasar una ley que haga del crimen contra periodistas y escritores un delito federal, como –al menos– un obstáculo que haga pensar dos veces a los sicarios. Poco, pero algo. Hay silencio en los ministerios de Felipe Calderón, cómo no, si algunos de los demonios del edén ocupan altos cargos en su administración, y otros aportan saludables sumas de dinero que compran su impunidad.
El autor es miembro del PEN Club, filial Bolivia
http://www.lostiempos.com/diario/opiniones/columnistas/20090607/la-profesion-mas-peligrosa-del-mundo_14600_23123.html
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