COMENTARIO: siempre hay que actuar con firmeza ante estos delitos, pero sin dejarse llevar por la histeria social, con objetividad y dentro de la legalidad vigente.
¿Está creando la amplísima resonancia de los presuntos casos de pederastia en los medios de comunicación una paranoia generalizada? ¿Estamos asistiendo al resurgimiento de "la ley de Lynch?
Charles Lynch fue un revolucionario americano que luchó contra los americanos a finales del siglo XVIII. Durante la Guerra de Independencia americana formó una especie de "tribunal popular" que, sin formación de causa, ahorcaba a cuanto sospechoso de colaborar con los ingleses encontraban. De su apellido viene la palabra "linchamiento", o sea, "Ejecutar sin proceso y tumultuariamente a un sospechoso o a un reo." En otras palabras, la muerte de un sospechoso de un crimen o, simplemente, por motivos racistas, políticos o religiosos por parte de una turba sedienta de venganza y sangre.
La pederastia es un crimen deleznable y aborrecible. Como padre de un niño de siete años, creo que sobre estos individuos debe caer el peso de la ley con el máximo rigor. Pero también creo que estamos asistiendo a un estado de paranoia general, a un pánico colectivo que, tarde o temprano, desembocará en una especie de "caza de brujas". Creo que este estado de psicosis colectiva se está provocando, en gran parte, por los medios que, ante la demanda de carnaza que ellos mismos han provocado, magnifican cualquier caso con despliegues informativos dignos de crisis mundiales. ¿No hemos visto todos, en algún momento, a decenas de cámaras y periodistas apostados en la puerta de un colegio, acosando a padres y niños, buscando alguna jugosa declaración o algún malsano detalle con el que puedan horrorizarse los espectadores?
Precisamente por lo abominable del delito resulta más fácil crear un estado de pánico colectivo en la sociedad. Casi todo el mundo contesta lo mismo cuando le preguntan sobre los crímenes que le parecen más repudiables. Maltratos y abusos a la infancia. Y no hay día en el que no salga a la luz un nuevo caso de presunta pederastia, pornografía infantil y abusos sexuales a niños. ¿Cuál es el resultado? Supongo que los perpetradores de semejantes despliegues de medios se justificarán con aquello de que "se crea una conciencia entre la población que ayudará a descubrir a los culpables". En fin, casi todo es susceptible de ser justificado (hasta Mercedes Milá intentó colocarnos el basurero humano de "Gran Hermano" como "experimento sociológico"), pero creo que también es cierto que todo esta brutal atención de los medios está convirtiendo a la población en vigilantes de presuntas conductas delictivas hacia los niños, en inquisidores siempre ojo avizor, investigadores de pacotilla atentos a una caricia sospechosa, valorando si el azote de un padre a su hijo entra dentro "de la normalidad" o están ante un "maltratador infantil", levantando la ceja ante una muestra de cariño "demasiado afectuosa" de un abuelete hacia una niña.
Un par de ejemplos. Hace ya unos años, en Gran Bretaña, un diario hizo pública una lista de pederastas condenados por la justicia. La histeria colectiva llegó a tal punto que una prestigiosa doctora tuvo que abandonar temporalmente su domicilio tras aparecer pintadas en la fachada de su casa acusándola de "pederasta". ¿El motivo? Los autores de las pintadas habían leído la placa profesional que habían en la puerta y habían confundido la palabra "pediatra" con "pederasta".
Otro ejemplo. Hace un par de años, una amiga mía llevó a su hijo, de unos cuatro años de edad, a una farmacia. Le habían salido unas marcas rojas en las manos y mi amiga le preguntó a la farmacéutica por alguna crema para curarlas. En un momento dado, mi amiga comentó: "parece cómo si se hubiera quemado con un cigarro, o algo parecido". ¿Contestación de la farmaceútica, delante de todo el mundo?: "usted sabrá cómo se ha hecho el niño esas quemaduras, señora". Mi amiga salió de la farmacia, sin capacidad de reacción, abochornada ante la mirada inquisitiva y reprobatoria de la licenciada y su distinguida clientela.
Hace una semana leía una noticia sobre un caso que sucedió en El Prat de Llobregat, en un colegio público. Durante el fin de semana una niña de 6 años comentó a sus padres que ella y otras dos niñas de la misma edad, íntimas amigas suyas, habían sufrido abusos por parte de un profesor suplente de 25 años. Al día siguiente, unos familiares de la niña se presentaron en el colegio y agredieron al profesor, el cual tuvo que ser trasladado al Hospital de Bellvitge. Posteriormente, al denunciar los hechos, el profesor fue detenido por miembros de la policía autonómica, al comprobar éstos que había una denuncia contra el profesor por los presuntos abusos. A partir de ahí, aparecen pancartas frente al colegio reclamando justicia para los menores. El colegio cierra las puertas. Los familiares de la niña montan guardia frente al colegio y los juzgados, amenazando con "tomarse la justicia por su mano" si el presunto abusador sale a la calle. Finalmente, el juez decreta libertad provisional con cargos para el profesor, lo que provoca una manifestación de 300 personas por las calles de El Prat reclamando "justicia", "cadena perpetua" y protestando la decisión del juez. El colegio volvió a abrir sus puertas el pasado día 23 de marzo.
¿Dónde está el derecho a la presunción de inocencia? ¿Quienes son los culpables de esta psicosis colectiva, de esta paranoia, de esta especie de inquisición popular que, sin más, concede todo el crédito del mundo al comentario de una niña de 6 años, manipulable e influenciable? La simple acusación, aunque se demuestre infundada, será como una losa en la vida personal y profesional de este hombre, al cual perseguirá para siempre la sombra de la duda. ¿Tendremos que lamentar algún día la muerte de algún inocente a manos de una turbamulta enfurecida, sin la menor oportunidad de explicarse y defenderse ante un tribunal?
http://www.soitu.es/participacion/2009/03/25/u/hank66_1237988365.html
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