Artículo del 1 de Julio del 2007
COMENTARIO: Interesante reflexión de un pedófilo sobre las clasificaciones de los diferentes tipos de quienes tienen esta inclinación y sobre su grito de la diferenciación entre la misma figura del pedófilo y la pederasta.
El problema es que su atracción tiene una base sexual que en muchos casos puede derivar a una agresión sexual al menor o un intento de contacto, el material que puede consumir un pedófilo (supongamos que debe satisfacer sus fantasias con algo material y no sólo su imaginación) viene de un abuso directo.
Todos sabemos la imagen “standard” que buena parte de la sociedad tiene acerca de nosotros los paidófilos. Muchas personas nos imaginan como seres peligrosos, acechantes, a quienes se nos cae la baba apenas vemos a un niño. Sí, una de las imágenes típicas que la sociedad sostiene sobre nosotros es la del pedófilo baboso: ese pedófilo solitario, que asiste a partidos de fútbol infantiles, tímido, miedoso, de personalidad infantiloide o atormentada, y el cual apenas se queda a solas con un niño no puede contenerse y comienza a manosearlo con mirada de buitre y casi la baba deslizándose por la comisura de sus labios.
¿Cómo sucede esto? Por supuesto, nos han caricaturizado, no ven a la persona, solo ven los estereoripos que ellos mismos han creado sobre nosotros. La mayoría de los paidófilos no somos así, pero tal como están las cosas con esta desconfianza social hacia quienes amamos a los menores de edad, pocos son quienes se atreven a desmentirlo. Pocos se atreven a corregir al amigo que comenta a la ligera basándose en el enésimo paidófilo (pederasta realmente) noticiado por las cámaras de la televisión. Y de esta manera esa imagen standard de que todo pedófilo es pederasta (abusador) mantiene su status quo.
Hay que hacer un inciso para aclarar los términos, ya que una buena parte de la sociedad, legos en psicología y medicina, confunde los términos pedófilo (paidófilo) con pederasta, tomándolos como lo mismo. Veamos según la RAE (Real Academia Española):
pedófilo, la.
1. adj. paidófilo.
Bien, esto ya lo sabíamos jejeje, consultemos paidófilo, pues:
paidófilo, la.
1. adj. Perteneciente o relativo a la paidofilia.
2. adj. Que siente esta atracción o que la lleva a la práctica.
Ahora toca buscar paidofilia:
paidofilia.
(Del gr. παῖς, παιδός, niño, y -filia).
1. f. Atracción erótica o sexual que una persona adulta siente hacia niños o adolescentes.
Bien, o sea que el pedófilo o paidófilo es aquel que siente atracción erótica o sexual hacia niños o adolescentes, y a veces lleva esta atracción a la práctica o bien otros no. De entrada, esta definición de paidofilia es diferente a la que usa la psiquiatría, que contempla la paidofilia como la atracción sexual EXCLUSIVA O PREFERENTE hacia NIÑOS PREPÚBERES. O sea, para la ciencia la paidofilia es una categoría de ámbito más reducido que el de la RAE (más coloquial este último), pues para ser paidófilo no basta con que te gusten los adolescentes, sino que tiene que ser atracción por niños prepúberes (antes de la adolescencia), y no solo eso, sino que tiene que tratarse de una atracción exclusiva por niños, o al menos preferentemente hacia los niños (por ejemplo el hombre que se siente sexualmente atraído por niños prepúberes pero aún más por las mujeres, no es un paidófilo estrictamente hablando).
Hasta ahora hablamos solo de la atracción (paidofilia), pero veamos ahora qué es la pederastia:
pederasta.
(Del gr. παιδεραστής).
1. m. Hombre que comete pederastia.
pederastia.
(Del gr. παιδεραστία).
1. f. Abuso sexual cometido con niños.
2. f. sodomía.
Veamos que aquí ya se habla de abuso, y eso es lo que muchas personas confunden: una cosa es sentirse atraído por los niños y otra muy diferente es abusar de ellos. Pocos se detienen a pensar que la mayoría de paidófilos no incurren jamás en actos pederastas. Ni siquiera todos los casos de pederastia son llevados a cabo por paidófilos: hay personas trastornadas que abusan sexualmente de niños y mujeres sin sentir realmente atracción por ellos, y menos aún atracción preferencial por los niños.
¿Es injusto que a todos los paidófilos nos caricaturicen, simplifiquen sobre nosotros considerándonos pederastas, o potenciales pederastas? Independientemente de la respuesta a esta pregunta, tampoco nosotros hacemos mucho por desmentir esta imagen, ocultos temerosamente (aunque con buenos motivos) bajo las rocas. Somos el hermano, el hijo, el amigo, el vecino, el pediatra, el profesor, el futbolista, el tendero, el electricista, el mecánico, la ejecutiva (también existen las paidófilas), la amiga, etc etc etc, la gente nos respeta, admiramos a nuestros amigos y ellos nos admiran a nosotros, pero cuesta descubrirse y contar nuestro “secreto”, ¿acaso nos comprenderían? (pensamos), con lo cual seguimos callados, agachando la cabeza cuando las noticias informan del enésimo pederasta detenido y nuestros familiares y amigos despotrican de nosotros en general, no solo de los abusadores (que bien merecen su destino), sino a todos los que amamos a los niños en general. Y por temor a que nos confundan con los odiados pederastas, optamos las más de las veces por el silencio.
Ciertamente, sí existe el pedófilo “baboso” con alta libido y escaso autocontrol; capaz de molestar manoseando a los niños, o de abusar gravemente de ellos. Y esto es lo grave, que lleguen a molestar, porque si se trata de ser baboso pero sin molestar a nadie, eso sería asunto propio. Algunos heterosexuales adultos a veces son muy “babosos” con las mujeres, les encanta verlas y abren los ojos como platos cuando pasa por la calle una que les gusta, pero se ve como normal y nadie les echa eso en cara porque es natural el agrado ante la belleza, y nada malo hay en ello mientras no se incurra en acciones molestas para la persona admirada. Lo mismo debería valer para los paidófilos: ¿qué mal hacemos si un chaval que pasa por la calle nos gusta y nos agrada haberle visto? Simplemente nos gusta, ¡punto! La belleza es admirable. Y el paidófilo típico simplemente contempla esos breves segundos al chaval sin que éste se entere, para luego seguir su camino. Ni un solo piropo, ni una sola mirada fuera de tono: no es que mirar sea un crimen, pero el paidófilo típico no quiere darse a conocer. Verá al niño y seguirá su camino, a menudo sin tan siquiera girar la cabeza. Por tanto la belleza es admirable, no es malo disfrutarla cuando nos encontramos con ella. El problema es cuando suceden manoseos molestos, o abusos (no digamos ya las terribles violaciones).
El tema de los abusos será tratado por separado en otro artículo, enfocado en precisar o tantear la estrecha zona gris que separa la relación placentera consentida, de las relaciones enturbiadas por manipulaciones, y finalmente el otro extremo: los abusos.
Para finalizar, mencionemos unas cuantas categorías que añadir a la ya comentada del “pedófilo baboso”. No son categorías separadas entre sí, una misma persona puede manifestar cualidades de varias de las categorías. Tampoco pretendo que sea una lista exhaustiva, sino son unos pocos ejemplos para ampliar el panorama:
El paidófilo religioso: los hay muy variados, desde el que siente que Dios, que es Amor, le concedió el don de amar a los niños y que nada malo hay en ello mientras no abuse de ellos; hasta el que piensa que es un pecador que debe vigilarse para no incurrir en el horrible pecado a que su cuerpo le impulsa, o piensa que el impulso que siente es una emboscada del demonio.
El paidófilo intelectual: muy mental y con buen intelecto, indaga en mil temas, incluso acerca de sí mismo, posibles causas genéticas o ambientales, etc. Es curioso por naturaleza.
El paidófilo emocional: de gran corazón, pero no necesariamente de grandes luces. Muchos de estos paidófilos se convierten en el “mejor amigo” de un niño. Normalmente son muy cariñosos, al menos con los niños.
El paidófilo tímido: tiene miedo de ser “descubierto”, los más exagerados evitan a los niños, no confían en sí mismos.
El paidófilo atormentado: no se acepta a sí mismo, considera que la naturaleza se “equivocó” al crearle este tipo de atracción. Piensa que si se descubriera un medio de “curarse” de su paidofilia, lo aceptaría agradecido.
El paidófilo equilibrado: asume lo que es sin grandes problemas; sólo se oculta en la medida que se requiere cautela según la “temperatura” de la “histeria” social del momento. Disfrutan su vida sin mayores problemas. Los más centrados rechazarían con una sonrisa a quien les ofreciera un “remedio” para dejar de amar.
El paidófilo gay de adultos: se camufla fácilmente en la sociedad porque aparte de los niños, le gustan los adultos de su mismo sexo.
El paidófilo exclusivo: solo le gustan los niños. Nada de atracción hacia los adultos, ni mujeres ni hombres. Si alguno se casa, lo hace por evitar la soledad o por encajar en la sociedad.
El paidófilo heterosexual: por supuesto los hay de varios tipos, el que se interesa por niñas menores de edad, y el paidófilo atraído por niños pero también por mujeres. En este caso, es un paidófilo realmente bisexual, por ejemplo yo mismo jejeje ;)
El paidófilo demonio: se acepta a sí mismo pero se siente dolido con la sociedad, o al menos le decepciona que no sean capaces de verle a él, sino solo la imagen estereotipada que se ha creado sobre la paidofilia.
El paidófilo criminal o pederasta: abusa de los niños. No todos los pederastas son paidófilos pero los que sí lo son, hacen un mal servicio a la imagen que la sociedad tiene de nosotros.
El paidófilo lobo-disfrazado-de-oveja: es manipulador, y pederasta o potencial pederasta, es peligroso, más de lo que parece, pues es inteligente y astuto, a veces seductor, con gran capacidad manipulativa. Capaz de hacerse pasar por santo o casi santo, capaz de despotricar sobre otros paidófilos, y capaz quizás, en los peores casos, de lo peor. Su capacidad manipulativa es grande y pondré algún ejemplo en el artículo que titularé “La Zona Gris”, sobre la frontera que separa los abusos plenos de la relación plenamente consentida.
El paidófilo anti-paidófilo: son elementos curiosos, los hay de diversos tipos pero mencionaré solo uno: el que habla y despotrica contra los paidófilos compulsivamente, quizás para compensar que se sienten sucios por su paidofilia, y emprenden una cruzada mundial de “salvadores” de niños. La pena es que algunos de estos elementos han emprendido acciones dañinas incluso contra menores de edad, con el pretexto de que han caído bajo el “hechizo” de los malvados paidófilos.
El paidófilo tortuga: temeroso de que la sociedad conozca su paidofilia, es extremadamente cauteloso, lento, muy lento para acercarse a los niños; más bien los rehúye, no por temer su impulsividad ya que al contrario que los pederastas, éstos tortuga son muy comedidos y nada impulsivos, pero temen que ser vistos con niños cerca pueda suponer una pista para los demás, y el tortuga jamás se arriesgará. A tal punto que sería normal en un tortuga rechazar cuidar niños, cuando algún amigo le propone cuidar de sus hijos. Muchos de ellos serían magníficos cuidadores, pero mientras tengan esta armadura de tortuga, no se arriesgarán a que les asocien con niños.
El paidófilo humillado: descubierto en situación dudosa o sospechosa con un niño, su imagen social se deteriora ante quienes conocen el hecho, especialmente cuando ha habido denuncia. El que luego salga inocente de la denuncia arregla poco su situación pues su buen nombre ya ha sido manchado. Es de notar que no todas las personas humilladas por temas paidófilos, son realmente paidófilos, pues la histeria social a veces actúa como un ciego con escopeta.
El paidófilo héroe: relacionado con el anterior, es el que tras sufrir un revés semejante, en lugar de achicarse se agranda y se enfrenta al mundo, a veces incluso aprovechando la ocasión para reivindicar la legitimidad de su paidofilia, sin importarle un rábano lo que la sociedad piense o que le critiquen, pues su buen nombre de todas maneras ya ha sido manchado.
El paidófilo altruista: es parecido al anterior pero en la versión bondadosa, también inconscientemente (o conscientemente) se siente “perverso” por sentirse atraído por niños, y emprenden una cruzada no contra los paidófilos, sino a favor de los niños (al menos hacen algo útil). También son muy perspicaces para detectar pederastas, por lo que son muy útiles en algunos casos en el que han evitado que acciones abusivas o peligrosas continúen en la proximidad de un niño. Son tambien participantes habituales de las ONG, si bien en las ONG también aparecen a menudo paidófilos de las otras categorías.
El paidófilo inconsciente: siente atracción por algunos niños, pero eso asusta tanto a su consciencia y pudores, que lo reprime hasta tal punto que no se da cuenta de tal atracción. Pero (a veces) le delatan sus reacciones: es especialmente criticón con todo lo que tenga “tufillo” a paidofilia, algunos hablan de que habría que matar a todos los paidófilos/pederastas (coloquialmente confunden ambos términos).
Seguro que hay muchas más categorías, pero dejémoslo aquí. Con estos ejemplos basta para comprender que estamos ante un fenómeno variado y complejo, no simplificable con la etiqueta facilona de “pedófilo baboso”. Recordemos que babosos los hay tanto pedófilos, como entre los amantes de adultos (sean heterosexuales u homosexuales). Y realmente el “ser baboso” por sí mismo no es tan malo, si no sigue hacia los abusos. Porque ¿quién no se ha sentido maravillado ante una bella mujer (¡baboso!), o ante un atlético hombre (¡baboso!)? Pues bien, a los paidófilos nos puede llegar a suceder eso mismo con algunos niños, que nos gusten, que nos maravillen. Y si es solo eso, contemplar maravillados la belleza de un niño, sin tan siquiera imaginar abusar de él, ¿a eso lo seguiréis llamando crimen? ¿Nos seguiréis confundiendo con los pederastas?
http://tabu.blogia.com/2007/080103-el-pedofilo-baboso.php
COMENTARIO: Interesante reflexión de un pedófilo sobre las clasificaciones de los diferentes tipos de quienes tienen esta inclinación y sobre su grito de la diferenciación entre la misma figura del pedófilo y la pederasta.
El problema es que su atracción tiene una base sexual que en muchos casos puede derivar a una agresión sexual al menor o un intento de contacto, el material que puede consumir un pedófilo (supongamos que debe satisfacer sus fantasias con algo material y no sólo su imaginación) viene de un abuso directo.
Todos sabemos la imagen “standard” que buena parte de la sociedad tiene acerca de nosotros los paidófilos. Muchas personas nos imaginan como seres peligrosos, acechantes, a quienes se nos cae la baba apenas vemos a un niño. Sí, una de las imágenes típicas que la sociedad sostiene sobre nosotros es la del pedófilo baboso: ese pedófilo solitario, que asiste a partidos de fútbol infantiles, tímido, miedoso, de personalidad infantiloide o atormentada, y el cual apenas se queda a solas con un niño no puede contenerse y comienza a manosearlo con mirada de buitre y casi la baba deslizándose por la comisura de sus labios.
¿Cómo sucede esto? Por supuesto, nos han caricaturizado, no ven a la persona, solo ven los estereoripos que ellos mismos han creado sobre nosotros. La mayoría de los paidófilos no somos así, pero tal como están las cosas con esta desconfianza social hacia quienes amamos a los menores de edad, pocos son quienes se atreven a desmentirlo. Pocos se atreven a corregir al amigo que comenta a la ligera basándose en el enésimo paidófilo (pederasta realmente) noticiado por las cámaras de la televisión. Y de esta manera esa imagen standard de que todo pedófilo es pederasta (abusador) mantiene su status quo.
Hay que hacer un inciso para aclarar los términos, ya que una buena parte de la sociedad, legos en psicología y medicina, confunde los términos pedófilo (paidófilo) con pederasta, tomándolos como lo mismo. Veamos según la RAE (Real Academia Española):
pedófilo, la.
1. adj. paidófilo.
Bien, esto ya lo sabíamos jejeje, consultemos paidófilo, pues:
paidófilo, la.
1. adj. Perteneciente o relativo a la paidofilia.
2. adj. Que siente esta atracción o que la lleva a la práctica.
Ahora toca buscar paidofilia:
paidofilia.
(Del gr. παῖς, παιδός, niño, y -filia).
1. f. Atracción erótica o sexual que una persona adulta siente hacia niños o adolescentes.
Bien, o sea que el pedófilo o paidófilo es aquel que siente atracción erótica o sexual hacia niños o adolescentes, y a veces lleva esta atracción a la práctica o bien otros no. De entrada, esta definición de paidofilia es diferente a la que usa la psiquiatría, que contempla la paidofilia como la atracción sexual EXCLUSIVA O PREFERENTE hacia NIÑOS PREPÚBERES. O sea, para la ciencia la paidofilia es una categoría de ámbito más reducido que el de la RAE (más coloquial este último), pues para ser paidófilo no basta con que te gusten los adolescentes, sino que tiene que ser atracción por niños prepúberes (antes de la adolescencia), y no solo eso, sino que tiene que tratarse de una atracción exclusiva por niños, o al menos preferentemente hacia los niños (por ejemplo el hombre que se siente sexualmente atraído por niños prepúberes pero aún más por las mujeres, no es un paidófilo estrictamente hablando).
Hasta ahora hablamos solo de la atracción (paidofilia), pero veamos ahora qué es la pederastia:
pederasta.
(Del gr. παιδεραστής).
1. m. Hombre que comete pederastia.
pederastia.
(Del gr. παιδεραστία).
1. f. Abuso sexual cometido con niños.
2. f. sodomía.
Veamos que aquí ya se habla de abuso, y eso es lo que muchas personas confunden: una cosa es sentirse atraído por los niños y otra muy diferente es abusar de ellos. Pocos se detienen a pensar que la mayoría de paidófilos no incurren jamás en actos pederastas. Ni siquiera todos los casos de pederastia son llevados a cabo por paidófilos: hay personas trastornadas que abusan sexualmente de niños y mujeres sin sentir realmente atracción por ellos, y menos aún atracción preferencial por los niños.
¿Es injusto que a todos los paidófilos nos caricaturicen, simplifiquen sobre nosotros considerándonos pederastas, o potenciales pederastas? Independientemente de la respuesta a esta pregunta, tampoco nosotros hacemos mucho por desmentir esta imagen, ocultos temerosamente (aunque con buenos motivos) bajo las rocas. Somos el hermano, el hijo, el amigo, el vecino, el pediatra, el profesor, el futbolista, el tendero, el electricista, el mecánico, la ejecutiva (también existen las paidófilas), la amiga, etc etc etc, la gente nos respeta, admiramos a nuestros amigos y ellos nos admiran a nosotros, pero cuesta descubrirse y contar nuestro “secreto”, ¿acaso nos comprenderían? (pensamos), con lo cual seguimos callados, agachando la cabeza cuando las noticias informan del enésimo pederasta detenido y nuestros familiares y amigos despotrican de nosotros en general, no solo de los abusadores (que bien merecen su destino), sino a todos los que amamos a los niños en general. Y por temor a que nos confundan con los odiados pederastas, optamos las más de las veces por el silencio.
Ciertamente, sí existe el pedófilo “baboso” con alta libido y escaso autocontrol; capaz de molestar manoseando a los niños, o de abusar gravemente de ellos. Y esto es lo grave, que lleguen a molestar, porque si se trata de ser baboso pero sin molestar a nadie, eso sería asunto propio. Algunos heterosexuales adultos a veces son muy “babosos” con las mujeres, les encanta verlas y abren los ojos como platos cuando pasa por la calle una que les gusta, pero se ve como normal y nadie les echa eso en cara porque es natural el agrado ante la belleza, y nada malo hay en ello mientras no se incurra en acciones molestas para la persona admirada. Lo mismo debería valer para los paidófilos: ¿qué mal hacemos si un chaval que pasa por la calle nos gusta y nos agrada haberle visto? Simplemente nos gusta, ¡punto! La belleza es admirable. Y el paidófilo típico simplemente contempla esos breves segundos al chaval sin que éste se entere, para luego seguir su camino. Ni un solo piropo, ni una sola mirada fuera de tono: no es que mirar sea un crimen, pero el paidófilo típico no quiere darse a conocer. Verá al niño y seguirá su camino, a menudo sin tan siquiera girar la cabeza. Por tanto la belleza es admirable, no es malo disfrutarla cuando nos encontramos con ella. El problema es cuando suceden manoseos molestos, o abusos (no digamos ya las terribles violaciones).
El tema de los abusos será tratado por separado en otro artículo, enfocado en precisar o tantear la estrecha zona gris que separa la relación placentera consentida, de las relaciones enturbiadas por manipulaciones, y finalmente el otro extremo: los abusos.
Para finalizar, mencionemos unas cuantas categorías que añadir a la ya comentada del “pedófilo baboso”. No son categorías separadas entre sí, una misma persona puede manifestar cualidades de varias de las categorías. Tampoco pretendo que sea una lista exhaustiva, sino son unos pocos ejemplos para ampliar el panorama:
El paidófilo religioso: los hay muy variados, desde el que siente que Dios, que es Amor, le concedió el don de amar a los niños y que nada malo hay en ello mientras no abuse de ellos; hasta el que piensa que es un pecador que debe vigilarse para no incurrir en el horrible pecado a que su cuerpo le impulsa, o piensa que el impulso que siente es una emboscada del demonio.
El paidófilo intelectual: muy mental y con buen intelecto, indaga en mil temas, incluso acerca de sí mismo, posibles causas genéticas o ambientales, etc. Es curioso por naturaleza.
El paidófilo emocional: de gran corazón, pero no necesariamente de grandes luces. Muchos de estos paidófilos se convierten en el “mejor amigo” de un niño. Normalmente son muy cariñosos, al menos con los niños.
El paidófilo tímido: tiene miedo de ser “descubierto”, los más exagerados evitan a los niños, no confían en sí mismos.
El paidófilo atormentado: no se acepta a sí mismo, considera que la naturaleza se “equivocó” al crearle este tipo de atracción. Piensa que si se descubriera un medio de “curarse” de su paidofilia, lo aceptaría agradecido.
El paidófilo equilibrado: asume lo que es sin grandes problemas; sólo se oculta en la medida que se requiere cautela según la “temperatura” de la “histeria” social del momento. Disfrutan su vida sin mayores problemas. Los más centrados rechazarían con una sonrisa a quien les ofreciera un “remedio” para dejar de amar.
El paidófilo gay de adultos: se camufla fácilmente en la sociedad porque aparte de los niños, le gustan los adultos de su mismo sexo.
El paidófilo exclusivo: solo le gustan los niños. Nada de atracción hacia los adultos, ni mujeres ni hombres. Si alguno se casa, lo hace por evitar la soledad o por encajar en la sociedad.
El paidófilo heterosexual: por supuesto los hay de varios tipos, el que se interesa por niñas menores de edad, y el paidófilo atraído por niños pero también por mujeres. En este caso, es un paidófilo realmente bisexual, por ejemplo yo mismo jejeje ;)
El paidófilo demonio: se acepta a sí mismo pero se siente dolido con la sociedad, o al menos le decepciona que no sean capaces de verle a él, sino solo la imagen estereotipada que se ha creado sobre la paidofilia.
El paidófilo criminal o pederasta: abusa de los niños. No todos los pederastas son paidófilos pero los que sí lo son, hacen un mal servicio a la imagen que la sociedad tiene de nosotros.
El paidófilo lobo-disfrazado-de-oveja: es manipulador, y pederasta o potencial pederasta, es peligroso, más de lo que parece, pues es inteligente y astuto, a veces seductor, con gran capacidad manipulativa. Capaz de hacerse pasar por santo o casi santo, capaz de despotricar sobre otros paidófilos, y capaz quizás, en los peores casos, de lo peor. Su capacidad manipulativa es grande y pondré algún ejemplo en el artículo que titularé “La Zona Gris”, sobre la frontera que separa los abusos plenos de la relación plenamente consentida.
El paidófilo anti-paidófilo: son elementos curiosos, los hay de diversos tipos pero mencionaré solo uno: el que habla y despotrica contra los paidófilos compulsivamente, quizás para compensar que se sienten sucios por su paidofilia, y emprenden una cruzada mundial de “salvadores” de niños. La pena es que algunos de estos elementos han emprendido acciones dañinas incluso contra menores de edad, con el pretexto de que han caído bajo el “hechizo” de los malvados paidófilos.
El paidófilo tortuga: temeroso de que la sociedad conozca su paidofilia, es extremadamente cauteloso, lento, muy lento para acercarse a los niños; más bien los rehúye, no por temer su impulsividad ya que al contrario que los pederastas, éstos tortuga son muy comedidos y nada impulsivos, pero temen que ser vistos con niños cerca pueda suponer una pista para los demás, y el tortuga jamás se arriesgará. A tal punto que sería normal en un tortuga rechazar cuidar niños, cuando algún amigo le propone cuidar de sus hijos. Muchos de ellos serían magníficos cuidadores, pero mientras tengan esta armadura de tortuga, no se arriesgarán a que les asocien con niños.
El paidófilo humillado: descubierto en situación dudosa o sospechosa con un niño, su imagen social se deteriora ante quienes conocen el hecho, especialmente cuando ha habido denuncia. El que luego salga inocente de la denuncia arregla poco su situación pues su buen nombre ya ha sido manchado. Es de notar que no todas las personas humilladas por temas paidófilos, son realmente paidófilos, pues la histeria social a veces actúa como un ciego con escopeta.
El paidófilo héroe: relacionado con el anterior, es el que tras sufrir un revés semejante, en lugar de achicarse se agranda y se enfrenta al mundo, a veces incluso aprovechando la ocasión para reivindicar la legitimidad de su paidofilia, sin importarle un rábano lo que la sociedad piense o que le critiquen, pues su buen nombre de todas maneras ya ha sido manchado.
El paidófilo altruista: es parecido al anterior pero en la versión bondadosa, también inconscientemente (o conscientemente) se siente “perverso” por sentirse atraído por niños, y emprenden una cruzada no contra los paidófilos, sino a favor de los niños (al menos hacen algo útil). También son muy perspicaces para detectar pederastas, por lo que son muy útiles en algunos casos en el que han evitado que acciones abusivas o peligrosas continúen en la proximidad de un niño. Son tambien participantes habituales de las ONG, si bien en las ONG también aparecen a menudo paidófilos de las otras categorías.
El paidófilo inconsciente: siente atracción por algunos niños, pero eso asusta tanto a su consciencia y pudores, que lo reprime hasta tal punto que no se da cuenta de tal atracción. Pero (a veces) le delatan sus reacciones: es especialmente criticón con todo lo que tenga “tufillo” a paidofilia, algunos hablan de que habría que matar a todos los paidófilos/pederastas (coloquialmente confunden ambos términos).
Seguro que hay muchas más categorías, pero dejémoslo aquí. Con estos ejemplos basta para comprender que estamos ante un fenómeno variado y complejo, no simplificable con la etiqueta facilona de “pedófilo baboso”. Recordemos que babosos los hay tanto pedófilos, como entre los amantes de adultos (sean heterosexuales u homosexuales). Y realmente el “ser baboso” por sí mismo no es tan malo, si no sigue hacia los abusos. Porque ¿quién no se ha sentido maravillado ante una bella mujer (¡baboso!), o ante un atlético hombre (¡baboso!)? Pues bien, a los paidófilos nos puede llegar a suceder eso mismo con algunos niños, que nos gusten, que nos maravillen. Y si es solo eso, contemplar maravillados la belleza de un niño, sin tan siquiera imaginar abusar de él, ¿a eso lo seguiréis llamando crimen? ¿Nos seguiréis confundiendo con los pederastas?
http://tabu.blogia.com/2007/080103-el-pedofilo-baboso.php
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