Artículo del 27 de Abril del 2009
COMENTARIO: Todos sabemos que el sector de la infancia es muchísimo más sensible a sufrir abusos de cualquier tipo, de ahi que legalmente se aplique a los delitos que atacan a la figura del menor con mayor dureza que el resto de actos. El problema radica que en ciertos lugares de nuestro planeta, se impide que el niño goce de su infancia con acciones tales como explotación laboral y sexual, cosas tristes que pensamos que por vivir en el otro lado del planeta no ocurre por el simple hecho de que no nos afectan.
Si todos hiciesemos pequeños esfuerzos, minúsculos incluso, cuanto mal desaparecería...
COMENTARIO: Todos sabemos que el sector de la infancia es muchísimo más sensible a sufrir abusos de cualquier tipo, de ahi que legalmente se aplique a los delitos que atacan a la figura del menor con mayor dureza que el resto de actos. El problema radica que en ciertos lugares de nuestro planeta, se impide que el niño goce de su infancia con acciones tales como explotación laboral y sexual, cosas tristes que pensamos que por vivir en el otro lado del planeta no ocurre por el simple hecho de que no nos afectan.
Si todos hiciesemos pequeños esfuerzos, minúsculos incluso, cuanto mal desaparecería...
En muchos pueblos del interior de Tailandia, al sudeste de Asia, decenas de infantes intercambian mamporros y se abren la cara a cambio de unos cuantos billetes en la versión más infantil y cruel del Muay Thai, o tradicional disciplina pugilística tailandesa. Después de la jornada escolar, estos niños cambian los libros por guantes y linimento para abrirse las cejas o partirse a leches los dientes de ídem, bajo la atenta mirada de sus orgullosos padres. Los daños físicos y las secuelas a largo plazo de estos críos han sido ya documentados.
Los niños o niñas, los más solicitados menores de 6 años (ver este vídeo), son entrenados y mimados por promotores y mafiosos de los suburbios de Bangkok que se enriquecen a costa de sus golpes. Muchos de ellos, de origen muy pobre, intercambian con los dueños de los gimnasios comida, alojamiento y entrenamientos a cambio del 50 por ciento de las ganancias en sus combates. Los entrenamientos para aprender a dejar inconsciente al adversario se alargan hasta ocho horas diarias, durante siete días a la semana. Sus padres, mientras, alientan con efusivo entusiasmo cada pelea, no por la gloria de la victoria sino por los pingües beneficios que esta genera para sus paupérrimas economías campesinas. De hecho, el vencedor de cada combate hace más dinero en una hora (unos 20 euros) que el que pueda hacer cualquier agricultor o peón de fábrica en un par de meses.
Los niños o niñas, los más solicitados menores de 6 años (ver este vídeo), son entrenados y mimados por promotores y mafiosos de los suburbios de Bangkok que se enriquecen a costa de sus golpes. Muchos de ellos, de origen muy pobre, intercambian con los dueños de los gimnasios comida, alojamiento y entrenamientos a cambio del 50 por ciento de las ganancias en sus combates. Los entrenamientos para aprender a dejar inconsciente al adversario se alargan hasta ocho horas diarias, durante siete días a la semana. Sus padres, mientras, alientan con efusivo entusiasmo cada pelea, no por la gloria de la victoria sino por los pingües beneficios que esta genera para sus paupérrimas economías campesinas. De hecho, el vencedor de cada combate hace más dinero en una hora (unos 20 euros) que el que pueda hacer cualquier agricultor o peón de fábrica en un par de meses.
“Alguna vez me he quedado atontado.. como viendo las estrellas […] pero yo peleo para que mi papi y mi mami puedan pagar el alquiler y comprar cosas […]”
Los padres, cómplices de su avaricia, instigan, regañan y ejecutan castigos violentos en la derrota (durante los combates también pellizcan o golpean a sus hijos para sacarles toda su rabia) y premian la victoria con la alegría de un nuevo contrato con mejor caché para futuras peleas.
Los niños no llevan ningún tipo de protección, únicamente los guantes y cubrir su cuerpo de forma ritual con aceites y linimentos para difuminar los golpes del adversario. Las peleas terminan cuando uno de los niños acaba desvanecido en el suelo o cuando un sollozo infantil anuncia la entrega irreversible de la toalla a su oponente.
En 1998 la retransmisión de un combate entre niñas de 6 años, a modo de documental, en la televisión pública tailandesa, supuso el despegue de los programas de entrenamiento intensivo por parte de las más jóvenes aspirantes a campeonas de Muay Thai. Desde entonces, anualmente ingresan en estos centros de entrenamiento repartidos por todo el país unos 20.000 chicos y chicas.
Estas prácticas, denunciadas varias veces por Save the Children, son legales en Tailandia; donde el gobierno fomenta y promociona el deporte nacional haciendo la vista gorda de las peleas infantiles más suburbiales. Los promotores, por el contrario, cubren sus espaldas obligando a firmar a los progenitores abusivas cláusulas eximentes de cualquier tipo responsabilidad en caso de lesiones graves. http://kurioso.wordpress.com/2009/04/27/boxeadores-con-dientes-de-leche/
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